miércoles, 5 de agosto de 2015

Fragmentos de... Herman Melville - Moby Dick (part 2)



-Capitán Ahab- dijo el oficial, enrojeciendo y entrando más en la cabina, con una osadía tan extrañamente respetuosa y cauta que no sólo parecía casi tratar de evitar la más leve manifestación externa, sino que también parecía más que a medias desconfiada de sí misma  -:un hombre mejor que yo podría perdonarle lo que le ofendería en seguida en un  hombre más joven; sí, o en un hombre más feliz, capitán Ahab.
- ¡Demonios! Entonces, ¿te atreves a pensar críticas contra mí? ¡A cubierta!


-No, capitán, todavía no; se lo ruego. Me atrevo, capitán… a perdonar. ¿No vamos a entendernos mejor que hasta ahora, capitán Ahab?
Ahab agarro un mosquete cargado del armero (que forma parte del mobiliario de cabina en mayor parte de los barcos del mar del Sur) y apuntando con él a Starbuck, exclamó:
-¡Hay un solo Dios que sea señor de la tierra, y un sólo capitán que sea el señor del Pequod! ¡A cubierta!
Durante un momento, por los ojos centelleantes del oficial y sus mejillas encendidas se habría  creído casi que realmente había recibido el estampido del tubo que le apuntaba. Pero, dominando su emoción, se levantó casi tranquilo y, al abandonar la cabina, se detuvo un momento y dijo:
-¡Me ha ultrajado, no me ha ofendido, capitán! Pero no le pido que se cuide de Starbuck; se reiría; sino que Ahab se cuide de Ahab; cuidado consigo mismo, viejo.
-Se pone valiente, pero obedece sin embargo, ¡una valentía muy cuidadosa ésa!- murmuró Ahab, cuando Starbuck desaparecía -. ¿Qué es lo que ha ducho: que Ahab se cuide de Ahab? ¡Debe haber algo ahí!
Entonces, usando sin darse cuenta el mosquete como bastón, con ceño de hierro dio vueltas de un lado para otro por la pequeña cabina, pero al fin los gruesos pliegues de la frente se ablandaron y, devolviendo el mosquete al armero, salió a cubierta.
-Eres un muchacho demasiado bueno, Starbuck – dijo en voz baja al oficial; y luego levantó la voz a los tripulantes -: ¡Aferrar juanetes, rizar gavias y velachos; braza mayor; arriba los Burtons, y a desestibar la bodega!
Quizá seria vano preguntarse por qué exactamente actuó así Ahab, respetando a Starbuck. Quizá habría sido por un destello de honradez en él; o por mera política de prudencia; que, en esas circunstancias, prohibía imperiosamente el más leve síntoma de desafecto, aunque fuera pasajero, en alguien tan importante como el primer oficial de su barco. Como quiera que fuese, se ejecutaron las ordenes y se izaron los Burtons.



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“DigiL”
 

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