martes, 25 de enero de 2011

EL ZAHIR -parte 2-

Acto continuo abrí el corral para que los demás salieran y el jugara con ellos, teniendo las esperanzas de que eso pasase pero no fue así, enseguida de que salieron lo empezaron a perseguir, a golpear, a morder, pude apreciar lo que el día anterior le hicieron mientras no observaba, mas sin embargo, el quería estar con ellos.

Como no pude dejar que lo siguieran golpeando, como no podía soportar aquella escena tuve que regresarlos al corral del cual habían salido solo para golpear a aquel que buscaba su compañía, así que como castigo, ellos estarían encerrados mientras que el disfrutaba de una maravillosa libertad, ellos tenían casi dos metros cuadrados para unos 10 que era lo cantidad que se encontraban en ese momento, y el tendría el resto de la azotea todo un mundo para el.

Meses después, el era mas grande lo vi mas confiado pero melancólico, todavía le dolía el ser rechazado volví a hacer lo anterior esperando que el resultado fuera diferente, y así fue, pero no era lo que esperaba, el aprovecho su tamaño para defenderse no solo de ellos los conejos, sino también del gato, los mordía y amenazaba no podía olvidar lo que le habían hecho, ya no los quería tener cerca.
Eso me recordó a como es la sociedad como las personas tratan mal a los débiles, a los niños, a los ancianos, a los paralíticos, etc. los tratan mal sin esperar una consecuencia después, mi conejo se desquito de todo lo que le hicieron y por el pasado que tuvo fue a el al que elegí, porque me recordó a mi.

Ese día tan mal esperado llego, el día en que todos los conejos morirían, todos los conejos en esa casa iban a morir aquellos conejos que vi nacer, vi crecer, que alimente, con los que jugué, todos ellos morirían, no podía soportarlo así que lo vi a el, con su gran cabeza, ahora tenia una gran cabeza y era lo único a lo que no podía apartarle la vista, vi sus ojos, sus grandes y negros ojos que me miraban intentando decir algo, el no comprendía lo que iba a pasar pero quería creer que si, así que lo tome y lo aparte de ahí, baje por las escaleras corriendo y suplicandole a mi madre que no lo matara, no a el, no a el que tanto se me asemejaba, no a aquel rechazado, no a aquel vengativo, no a aquel que fue testigo de mis alegrías, de mis tragedias, con el que comparti mis monólogos que nunca pudieron convertirse en diálogos porque nunca hubo alguien quien quisiera escucharlos, el estuvo ahí conmigo compartiendo mi dolor mientras que yo compartía el suyo...

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