Mi madre cedió ante mis suplicas, ante mi llanto, pidiéndome que dejase de hacer aquella escena. Me dijo que si realmente quería el bien de ese conejo, debería de cuidarlo como no lo había hecho o sufriría el mismo destino que los demás, asentí precipitadamente, lo único en lo que pensaba era en que él no muriese, en que él estuviese conmigo. Esa tarde, todos los conejos murieron, con excepción de ese conejo café y cabezón que en ese instante tenía entre mis brazos.
Al día siguiente me puse a pensar que aún si no hubiese salvado su vida, hubiera pedido que se le sacrificara al siguiente, no hubiera querido morir con los que le causaron tanto sufrimiento.
Tiempo paso, llegaban conejos nuevos que tendrían el mismo destino, el seguía a mi lado contemplando la misma escena de muerte que yo veía. ¿Cuántos de ellos pasaron por el mismo frío filo del cuchillo sin volver a ver un amanecer más, sin abrir los ojos de nuevo, sin volver a comer, a saltar, a roer? ¿cuántos fueron? ¿por cuánto vivieron? No importa cuanto cuidado y cariño les haya dado, sabía su destino, lo que les deparaba, pero a mi ya no me importaban ellos, solo podía pensar en ese conejo café-dorado que me recordaba a aquellos cálidos amaneceres y que ahora esos amaneceres me recuerdan a él... no había pasado ni un año de su llegada cuando de él me tuve que despedir...
Recuerdos felices de él y yo, siguen en mi memoria; cuando al gato fastidiabamos, cuando agredíamos a los demás, cuando nos correteábamos y cuando se robaba su propia comida, ahh~ esos días como los extraño, pero tenía que llegar aquel fatídico día en que a la azotea subí y no le vi más... lloré, lloré como nunca antes lo había hecho, lloré como si el mundo se fuese a acabar, como si lo hubiera perdido todo incluso, las ganas de vivir.
Un día soleado y despejado como los que a él le gustaban tanto, solo por él los soportaba, ese día soleado y despejado dejo una marca en mi, la marca de su ausencia, la cual me comía el alma y consumió mi vida, mi aliento, mis fuerzas.
Salí a la calle a buscarlo aún con lágrimas en el rostro, le pregunte a la gente, a los vecinos, a los vendedores; "mi conejo, mi amado Chopper" me decía mientras corría en su búsqueda intentando no pensar lo peor: que mi familia o el dueño de la casa, se habría hecho de él y que lo haya consumido; que hubiese caído de la azotea y alguien lo adoptara era mi pensamiento, inclusive prefería pensar que los canes lo hubieran destrozado al caer a la calle; que el hecho de que un ser humano lo devorara.
Oh, Chopper!!!
Exhaustivamente te busqué. Yo deseaba volver a verte, deseaba abrir esa enorme ventana que da a la azotea y verte brincando de un lado a otro, yo quería volver a verte... para sonreír de nuevo.
Dos años han pasado, y yo aun te recuerdo; dejo tu memoria plasmada en estas palabras.
Siempre te recordaré, mi amado conejo cabezón "Sagy Sagy Chopper" (?/02/10 - 25/10/10).
Y recuerden: si les gusta mi blog leanlo, sino, también.
"DigiL"
Al día siguiente me puse a pensar que aún si no hubiese salvado su vida, hubiera pedido que se le sacrificara al siguiente, no hubiera querido morir con los que le causaron tanto sufrimiento.
Tiempo paso, llegaban conejos nuevos que tendrían el mismo destino, el seguía a mi lado contemplando la misma escena de muerte que yo veía. ¿Cuántos de ellos pasaron por el mismo frío filo del cuchillo sin volver a ver un amanecer más, sin abrir los ojos de nuevo, sin volver a comer, a saltar, a roer? ¿cuántos fueron? ¿por cuánto vivieron? No importa cuanto cuidado y cariño les haya dado, sabía su destino, lo que les deparaba, pero a mi ya no me importaban ellos, solo podía pensar en ese conejo café-dorado que me recordaba a aquellos cálidos amaneceres y que ahora esos amaneceres me recuerdan a él... no había pasado ni un año de su llegada cuando de él me tuve que despedir...
Recuerdos felices de él y yo, siguen en mi memoria; cuando al gato fastidiabamos, cuando agredíamos a los demás, cuando nos correteábamos y cuando se robaba su propia comida, ahh~ esos días como los extraño, pero tenía que llegar aquel fatídico día en que a la azotea subí y no le vi más... lloré, lloré como nunca antes lo había hecho, lloré como si el mundo se fuese a acabar, como si lo hubiera perdido todo incluso, las ganas de vivir.
Un día soleado y despejado como los que a él le gustaban tanto, solo por él los soportaba, ese día soleado y despejado dejo una marca en mi, la marca de su ausencia, la cual me comía el alma y consumió mi vida, mi aliento, mis fuerzas.
Salí a la calle a buscarlo aún con lágrimas en el rostro, le pregunte a la gente, a los vecinos, a los vendedores; "mi conejo, mi amado Chopper" me decía mientras corría en su búsqueda intentando no pensar lo peor: que mi familia o el dueño de la casa, se habría hecho de él y que lo haya consumido; que hubiese caído de la azotea y alguien lo adoptara era mi pensamiento, inclusive prefería pensar que los canes lo hubieran destrozado al caer a la calle; que el hecho de que un ser humano lo devorara.
Oh, Chopper!!!
Exhaustivamente te busqué. Yo deseaba volver a verte, deseaba abrir esa enorme ventana que da a la azotea y verte brincando de un lado a otro, yo quería volver a verte... para sonreír de nuevo.
Dos años han pasado, y yo aun te recuerdo; dejo tu memoria plasmada en estas palabras.
Siempre te recordaré, mi amado conejo cabezón "Sagy Sagy Chopper" (?/02/10 - 25/10/10).
Y recuerden: si les gusta mi blog leanlo, sino, también.
"DigiL"