El archivo de Sherlock Holmes es un libro que viene en 2 tomos, la srta. gato lo compro en una edición muy bonita y me la presto. Cuando transcribí los fragmentos se me olvido anotar el relato al cual perteneció mil disculpas por eso.
-Incluso mi limitado sentido del humor puede cultivar una mejor broma que esa. Pero, ¿por qué no permanecer cómodos, mientras tanto? Está permitido el alcohol. El encendedor y los cigarros están en su antiguo lugar. Déjeme verlo una vez más en el sillón habitual. Espero que no haya aprendido a despreciar mi pipa y mi lamentable tabaco. Ha debido tomar el lugar de la comida estos días.
-¿Pero, por qué no come?
-Porque las facultades se refinan cuando se está muy hambriento. Porque seguramente como doctor, mi querido Watson, debe admitir que la digestión gana en el almacenamiento de sangre tanto como pierde el cerebro. Yo soy un cerebro, Watson. El resto de mi es meramente un apéndice. En consecuencia, es al cerebro al que debo considerar.
En un instante había sacado un revólver de su pecho y disparados dos tiros. Sentí una quemadura repentina, como si un hierro al rojo vivo hubiera presionado contra mi muslo. Hubo un golpe cuando la pistola de Holmes cayó en la cabeza del hombre. Tuve la visión de él revolcándose sobre el piso con sangre corriendo de su cara, mientras Holmes lo palpaba en busca de armas. Entonces, los delgados brazos de mi amigo me rodearon y me condujeron hacia una silla.
-¿Esta herido, Watson? ¡Por amor de Dios, dígame que no está herido!
Valía la pena la herida...valían la pena muchas heridas... para saber la profundidad de su lealtad y el amor que yacían detrás de esa fría máscara. Los ojos severos y claros se apagaron por un momento, y los firmes labios se agitaron. Por única vez alcancé a ver un gran corazón, tan bien como al gran cerebro. Todos mis años de humildes pero de inmediatos servicios culminaron en ese momento de revelación.
-No es nada, Holmes. Sólo un pequeño rasguño.
Rasgó mis pantalones con su navaja.
-Esta bien- exclamó, con un inmenso suspiro -. Es absolutamente superficial- su cara se oscureció cuando observó a nuestro prisionero, quién estaba aún aturdido -. Por Dios que ha tenido suerte. Si hubiese asesinado a Watson, no se iría de esta habitación con vida. (...)
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
-Incluso mi limitado sentido del humor puede cultivar una mejor broma que esa. Pero, ¿por qué no permanecer cómodos, mientras tanto? Está permitido el alcohol. El encendedor y los cigarros están en su antiguo lugar. Déjeme verlo una vez más en el sillón habitual. Espero que no haya aprendido a despreciar mi pipa y mi lamentable tabaco. Ha debido tomar el lugar de la comida estos días.
-¿Pero, por qué no come?
-Porque las facultades se refinan cuando se está muy hambriento. Porque seguramente como doctor, mi querido Watson, debe admitir que la digestión gana en el almacenamiento de sangre tanto como pierde el cerebro. Yo soy un cerebro, Watson. El resto de mi es meramente un apéndice. En consecuencia, es al cerebro al que debo considerar.
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En un instante había sacado un revólver de su pecho y disparados dos tiros. Sentí una quemadura repentina, como si un hierro al rojo vivo hubiera presionado contra mi muslo. Hubo un golpe cuando la pistola de Holmes cayó en la cabeza del hombre. Tuve la visión de él revolcándose sobre el piso con sangre corriendo de su cara, mientras Holmes lo palpaba en busca de armas. Entonces, los delgados brazos de mi amigo me rodearon y me condujeron hacia una silla.
-¿Esta herido, Watson? ¡Por amor de Dios, dígame que no está herido!
Valía la pena la herida...valían la pena muchas heridas... para saber la profundidad de su lealtad y el amor que yacían detrás de esa fría máscara. Los ojos severos y claros se apagaron por un momento, y los firmes labios se agitaron. Por única vez alcancé a ver un gran corazón, tan bien como al gran cerebro. Todos mis años de humildes pero de inmediatos servicios culminaron en ese momento de revelación.
-No es nada, Holmes. Sólo un pequeño rasguño.
Rasgó mis pantalones con su navaja.
-Esta bien- exclamó, con un inmenso suspiro -. Es absolutamente superficial- su cara se oscureció cuando observó a nuestro prisionero, quién estaba aún aturdido -. Por Dios que ha tenido suerte. Si hubiese asesinado a Watson, no se iría de esta habitación con vida. (...)
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El primer fragmento me hace sentir muuuy identificada y lo uso constantemente.
El segundo fragmento me hace pensar que tantas personas ven como pareja a Holmes y a Watson y con ese fragmento lo hacen con justificación.
Y recuerden: si les gusta mi blog leanlo, sino, también.
DigiL
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